Todo lo que multiplique

¿Consigues recordar los tiempos de niño, en dónde era muy fácil tomar decisiones? Preferías la fábula de las 5:00 p.m porque tenía tus personajes favoritos, escogías primero las gomitas del paquete que tenían mejor sabor. Sabías dónde querías ir en tu cumpleaños y era claro para ti entender que jugarías únicamente con aquellos niños que estuvieran en tu misma sintonía y con quienes pudieras poner "reglas", en común para hacer el juego más ameno. Era fácil elegir el juego mecánico al que nunca te subirías o cuál película evitabas porque era muy aburrida. 
Las decisiones eran muy básicas, pero buscaban siempre llevarnos a un mismo punto: experimentar la felicidad. 

Crecemos, y por supuesto, las decisiones que debemos ir tomando conforme avanzamos tienen mayor impacto, en nuestro día a día, en nuestros sentimientos, en nuestra estabilidad y como dicen, pueden traer efectos colaterales que hay que saber medir, pero deberíamos aprender a recurrir un poco más a ese "modo niño" que siempre tenía claro que era lo que quería. Dentro de la racionalidad que tenemos, el balance que se hace con la parte emocional y la experiencia/sabiduría y conocimiento que nos van dando las diferentes situaciones de la vida, siempre deberíamos preguntarnos al tomar una decisión: ¿Es esto lo que me hace feliz? o para aumentarle el nivel de complejidad, ¿Cuánto bienestar tendré y que tanto me estoy eligiendo a mí, al tomar esa decisión? Y esta distinción es importante hacerlo porque gran parte de las decisiones que como adultos tomamos traen consigo un sacrificio, traen consigo un duelo, o traen consigo un periodo de adaptación al cuál muchas veces tememos, pues la inmediatez del momento traerá consigo un poco de dolor, sufrimiento, ansiedad, incertidumbre e inestabilidad, pero si tenemos definido que nuestro norte debe ser -estar en plenitud- sabremos que esa decisión que hoy duele, traerá consigo felicidad a montones a medida que el proceso avance. 

He visto personas que ingresan en un ciclo en donde es constante la búsqueda de situaciones que alteren su bienestar, se rodean de personas que cargan sus días de una vibra difícil, están en trabajos en dónde no consiguen sonreír, escogen profesiones sin entender que están a las puertas de su nueva rutina, viven buscando siempre el punto negro en la hoja blanca, y si la hoja está limpia, la tiran al piso solo para tener una mancha de la cuál hablar. ¡Que dañino es esto! 
Nosotros avanzamos en edad, sumamos responsabilidades a nuestra vida y nuestro tiempo se va reduciendo, entonces, ¿Cuál es el sentido de tener un entorno tan lleno de dramas y negatividad? Cada vez que observo una situación así, sea en mi propia historia o en alguna ajena, pienso en la cantidad de tiempo y energía que va a tomar cada situación en "dejar el drama de lado" y como esto va dejando a las personas con menos tiempo para ser felices, para buscar eso que les hace bien, para compartir con personas que les aporten, porque van a estar enfocados en -solucionar- algo que un muchas ocasiones ni siquiera es asunto de ellos, pero al verse inmersos en atmósferas así, se contaminan, automáticamente. 

Uno avanza, y entiende que la vida es más liviana cuando uno elige todo aquello que multiplica. 
Cuando tengo un trabajo que me ayuda a crecer, quizá no en la carrera profesional que ando buscando, pero me ayuda a adquirir madurez profesional y habilidades que me hacen crecer en el ámbito laboral. Cuando encuentro actividades en el día a día que me hagan sentir bien, desde sentarme a ver mi serie favorita (como cuando era niño) hasta un deporte que se convierta en una disciplina. Cuando consigo hacer tiempo en mi agenda para actividades que me "despejen" del estrés diario, jugar videojuegos, una clase de baile o de cocina, llevar un curso de algo que siempre he querido aprender o ir por un café, todo eso, por pequeño e insignificante que parezca, sumaCuando estudio lo que me gusta, entonces aprender no se vuelve un proceso tedioso y agotador sino como quien dice, la puerta a un millón de mundos por conocer. Uno es capaz de comprender que el viaje es más liviano cuando es selectivo con sus "personas favoritas" y se deja ser con quienes comprenden sin juzgar, con quienes apoyan incondicionalmente, con quienes ya automáticamente buscan tu sonrisa al verte, y si no la encuentran trabajan por hacer que aparezca. El viaje es más liviano cuándo tenemos alrededor personas que multipliquen, aunque sea un poquito, la felicidad que poseemos en nosotros. 
Cuando uno entiende que cada vez la vida se mueve más rápido y nuestros espacios se limitan cada vez más, es fácil entonces dejar los dramas de lado, ser más selectivo a la hora de invertir nuestro tiempo (y compartirlo también) y empezar a tomar decisiones con un norte claro: bienestar, felicidad, plenitud, realización, ustedes coloquen el nombre que más les llame la atención. 

Entonces, dentro de la racionalidad, utilizando también insumos de la parte emocional, empezamos a decidir de una manera más sencilla, así como cuando éramos chiquitos. Entendamos que al elegir todo lo que a corto, mediano o largo plazo nos haga bien, es el camino correcto. Simple. Por más que duela, por más lágrimas que caigan hoy, por más difícil que sea dejar un vínculo atrás, o sintamos que el tiempo invertido en eso es tiempo perdido. Nunca es tarde para elegir eso que nos haga bien, que nos ayude a crecer, a sentirnos un poco más "llenos", un poco más felices. 
Nunca, absolutamente NUNCA es tarde para elegirse a ustedes mismos tomando todas las decisiones que ustedes sepan, les van a multiplicar.

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