Hacer que funcione.


No es hasta que crecemos que entendemos la importancia de la reciprocidad y el intercambio en ambas vías.
No es hasta que le hicimos daño a alguien que entendemos porque hay transacciones en donde es injusto ser egoísta. 
No es hasta que nos rompimos en pedazos que entendimos que darlo todo no siempre es valentía, ni tampoco debemos hacerlo para demostrar que tanto nos importa alguien, porque podemos quebrarnos y eso duele. 

La reciprocidad es vital en cualquier relación que pongamos sobre la mesa, una amistad, un noviazgo, tu trato con tu madre o tu padre, en fin... ¡Ojo! No hablamos de una reciprocidad entendida como la famosa -Ley del Talión-, “ojo por ojo, diente por diente” en donde lo que recibas de mí va a estar directamente relacionado a lo que yo reciba de ti, sino una reciprocidad natural que haga que la voluntad de intercambio sea mutua. En donde yo me entrego de cierta manera a hacer que esto funcione porque “me nace” y recibo de ti todo aquello que te dispongas a dar para lograr el mismo objetivo.

Imagen creada y publicada por redes sociales de 72kilos. 
Cuando soy capaz de entender que para mantener el equilibrio se debe pedalear por igual, es cuando aprendo a ser recíproco con quienes quiero mantener cerca, y aprendo a ser claro con quiénes no quiero firmar ese “mutuo acuerdo”, ni siquiera es necesario que sea un no definitivo que cierre una puerta  por completo pero si que dejar claro el “no soy capaz de darte mi 100%” en este momento. 

Y es que por ser recíproco, no deberíamos esperar que nos devuelvan todos los favores que hemos hecho, que hagan todo lo que yo haríamos de vuelta por alguien, que sean un clon de lo que somos. No es establecer una "receta" para lograr que algo funcione. La reciprocidad, la cual me atrevería a decir muchos buscamos, es que quien está del otro lado esté presente, que compartan un triunfo conmigo y me dejen celebrar los suyos como propios, poder reír juntos y hacer tonterías que nos saquen sonrisas, que me escuchen en mis momentos de crisis, aunque no tengan un consejo para devolverme. Que me extiendan el hombro cuando quiera llorar y que si lo que merezco de vuelta es un regaño, sea eso lo que reciba. Tampoco espero que siempre se haga presente siempre el buen humor, ni que me entiendan todas las veces ni existe un compromiso a que me apoyen en todo lo que hago, porque debatir mi punto de vista también me hará sentir que quien está conmigo, realmente está presente. Al final, no necesitamos un espejo de lo que somos, pero si que sea evidente un interés recíproco. 
Quedarme en tu vida y que hagas tu parte para que yo me mantenga en ella, porque yo también trabajo constantemente por conservarte en la mía. 

Que en el momento de remar, ambos nos esforcemos. Y si no quieren, que te lo digan y si no dan las fuerzas también. 
No siempre podremos dar nuestro 100%, todos tenemos días malos también, pero que en esos días no permitan que todo se hunda, y que cuando la energía no dé, también lo digan, porque habrá días en donde podamos remar más fuerte que el otro, pero siempre con la convicción de que el remo del otro lado no queda suelto, nunca...

Al final, hoy en día no es tan complicado "hacer que funcione" con esas personas que queremos tener cerquita.
Lo único que tenemos que recordar que para que haya equilibrio...no debemos dejar de remar!


PD: Un agradecimiento especial a @72Kilos por autorizarme a ilustrar con su arte. ¡Son Espectaculares! Síganlos en RRSS. 
https://twitter.com/72kilos
https://www.facebook.com/72Kilos/?ref=br_rs

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una entrega al 150%

Regale algo que dure -para siempre-

La metáfora del árbol.