Cien por ciento
Imaginemos un mundo en donde un
deportista entrena diariamente para competir, llega su gran día y decide
abandonar a la mitad… Contemplemos la idea de ser coleccionista de libros, pero
no saber el final de ninguno de ellos y dejarlos simplemente en el estante acumulando
polvo junto con todo lo demás. O, enfocados más en la cotidianidad de cada uno
de nosotros, se imaginan lo que sería ir a nuestro restaurante favorito, pedir
el plato que más felicidad nos da y simplemente dejarlo a medio comer. Lo difícil
que se nos hace creer posibles esos diferentes escenarios son los que aterrizan
el pensamiento de hoy: la vida no está hecha para ser vivida a medias.
Y es que, si de algo hay seguridad es que las personas más plenas y más
exitosas son aquellas que han tenido una entrega del 100% en aquello que les
satisface el alma y les llena el corazón, desde su entrega al ser el compañero de
viaje de una persona hasta ser trabajador empedernido que ama lo que hace y que
ve en cada día un sinfín de oportunidades para entregarse completamente. Y ahí
radica el término “personas plenas y exitosas”, no necesariamente en que estén repletas
de bienes materiales o su nombre resuene en todos los rincones del mundo, sino
que se va más por la simplicidad del término: su éxito radica en vivir felices la mayor parte de su vida.
En el momento que decidimos “dar
nuestra milla extra” y entregarnos por completo a algo y lo compartimos con los
demás, lo primero que encontramos son millones de voces diciendo “Eso es
demasiado riesgoso”, “no lo hagás”, “estás apostando demasiado”. Y sí, es de
entender que existan estos mecanismos de defensa cuando nos han lastimado,
cuando hemos ido apostando el todo por el todo y hemos perdido y cuando quedan
cicatrices de aquella vez que la entrega fue completa a algo (o alguien
también)… Aquí vale la pena tomar una pausa y valorar que el fracaso de “hace
un tiempo” no tiene porqué significar el fracaso de lo que tengo hoy. Lo que
esa persona vivió, no tiene porqué ser mi historia o inclusive, lo que en algún
punto de mi vida no dio resultado, esta vez puede tener el final feliz que
tanto se busca. En palabras breves, si mi dedicación para obtener ese empleo
que tanto deseaba fue total y no sucedió en ese momento, no significa que la
vida trae un nuevo no. Si con mi ex pareja era yo quien ponía siempre el faltante
para que fuera una suma 100% de ambos lados y no lo supo valorar, no quiere
decir que lo nuevo que me trae la vida, traiga consigo tal desbalance también.
Si yo ayer di “mi cien” y aún no estoy donde quiero estar, hoy tengo un motivo
con el peso suficiente para que mi entrega sea completa y absoluta, hacia
quienes amo, haciendo lo que amo, pero principalmente hacia mi felicidad.
El momento de vivir la plenitud
de cada instante de la vida está en frente de nosotros siempre. La decisión de
empezar un día “con una carga cien por ciento” está en nosotros mismos y la
elección de dejar de vivir todo a medias también es nuestra. No se necesitan
pasos de gigante ni ser el precursor de un descubrimiento millonario para decir
“estoy entregándome completamente a una causa”, basta con pequeños pero
significativos detalles que cambien poco a poco la manera de vivir, tanto
nuestra como la de quienes nos rodean. Se trata de despertarse valorando lo que
tengo, de amar sin condiciones, de entregarnos a los demás de la manera que nos
nace, se trata de apreciar lo cotidiano… Un café, un mensaje de texto, un rato
de estudio, un almuerzo en compañía. Las personas que dan todo de sí en lo que
hacen y para quienes aprecian son automáticamente inolvidables, ya que son personas
felices pues la satisfacción en ellos al estar dando siempre lo mejor de sí
(Aunque no todas las veces el resultado final sea el deseado) se vuelve una
constante.
Es simple. Se trata de estar cien
por ciento presente en el instante y quitarnos de la cabeza la idea de vivir “una
vida a medias”.
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