El contrato y la renuncia.

La diferentes relaciones a las que nos exponemos a lo largo de la vida, nos llevan a "acuerdos" que se pueden comparar perfectamente con un contrato. 

Al tocar nuevas vidas, aceptamos una serie de "términos y condiciones" que se van a ir modificando conforme avanza el camino y por ende las relaciones evolucionan... Y es que, hasta con nosotros mismos establecemos "contratos" con ciertas condiciones que a medida que crecemos, entendemos que hay cosas negociables y otras que simplemente no entran en juego y es ahí donde nos vemos obligados a decidir.
Existen contratos con fecha de caducidad desde el día que se inician, y existen otros que comienzan con un periodo indeterminado y no es hasta que alguna situación nos lleva a decidir sobre aquello que no es negociable que se establece el siguiente paso: la renuncia. 

El contrato: 
De la misma manera en que todas las relaciones se llevan a cabo de manera diferente, así mismo se "establecen" los contratos de cada una de ellas. No existen dos acuerdos exactamente iguales, porque no existen dos personas que sean clones de principio a fin. Por más que dos personas tengan lugares similares en nuestra vida, cada uno traerá consigo algo diferente que ofrecer: un pasado que lo ha hecho caer y levantarse muchas veces, cicatrices, éxitos acumulados, fracasos que aún lastiman, personas que no han olvidado y personas que también nunca hubiesen deseado conocer. Estarán acompañados por sus grandes aspiraciones y por sus fantasmas más invencibles. Traerán también una maleta cargada de sueños y de ilusiones que los acompaña en su viaje por la vida y consigo traerán un millón de elementos que los componen, expondrán qué de todo lo que traen es negociable y qué es intocable. Se establecerán las "reglas" del juego, en algunas ocasiones más estrictas que en otras. Y es así como dos personas que deciden cruzar camino establecen de manera involuntaria e intrínseca un contrato que los dos se disponen a cumplir y ahí es donde se establecen todas aquellas bases sobre las cuales crecerá y evolucionará esa relación: la confianza, el respeto, el cariño, la entrega, la transparencia,  entre otro sin fin de pilares pasarán a ser esos "términos" y esas "condiciones" que muchas veces, sin pensarlo mucho, se aceptan casi de manera automática, alguna veces porque se lo saben de memoria o saben que se asemejan mucho a algo a lo que ya han vivido, otras porque se animan a tomar el riesgo y confían en lo que se venga y en otras ocasiones porque son simplemente perezosos para revisar que ofrece este nuevo acuerdo... A todo esto, el principal factor que nos permite comparar las relaciones con los contratos es uno solo: EL COMPROMISO. 

La renuncia: 
¡Mucho ojo con la letras pequeñas! En muchas ocasiones, comenzamos acuerdos sin revisar exactamente si aquello que nos plantean es compatible con lo que nosotros tenemos para dar. Y esto no significa que esté mal, sino que muchas veces creemos indefinido el tiempo de algo que no tiene mucho hacia donde evolucionar o al contrario, le ponemos un límite o una barrera a algo que puede tener muy buenos resultados precisamente porque no somos capaces de dar una oportunidad a eso que tienen por ofrecer. 
En muchas otras ocasiones, al comenzar el "acuerdo" con alguien más, tenemos una serie de elementos que crean una compatibilidad indudable, pero es hasta que se pone en acción el mismo que nos damos cuenta que esa compatibilidad tiende a flaquear en determinados puntos y ahí es donde se empiezan a reconsiderar varios puntos. El primero: cambiar el plazo del contrato o el segundo: la renuncia.  El compromiso por cumplir con aquello que habíamos acordado llevar al lado de alguien empieza a ser cuestionado al entrar a mesa de negociación aquello que alguna vez habíamos acordado que -no- ibamos a debatir.

Como mencionado anteriormente, cada relación conlleva este acuerdo implícito: las relaciones con la familia, con los amigos, con la pareja, con los colegas...En fin, cada persona que cruza nuestro camino crea por "default" un acuerdo.
Así mismo, tenemos en constante evolución nuestro contrato con nosotros mismos y es ahí donde entendemos que muchas veces el acuerdo inicial al que habíamos llegado con alguna persona debe ser modificado o incluso, nos debemos deshacer de esto antes de que sea "demasiado tarde". 
Este constante cambio, que pasa naturalmente dentro de nosotros mismos, nos lleva a modificar nuestros propios términos y condiciones, porque en determinado punto de nuestra vida existen cosas que no vamos a negociar: el orden de nuestras prioridades, la paz mental, el autoestima, el amor propio, una determinada meta, un plan a mediano plazo, una persona que está en nuestra vida, un proyecto de vida, una aspiración, son por mencionar algunas de ese sin fin de cosas que vienen en letras pequeñas y que, muy posiblemente, nos ha llevado a todos a poner el punto final en algunos de esos contratos que hemos pactado en la vida. 

es ahí  donde crecemos, y es justamente en ese momento en donde logramos distinguir qué necesitamos modificar y a qué necesitamos renunciar, cuando nuestra madurez sube un escalón, y donde nuestra personalidad se fortalece porque al final, estamos siendo fieles a esas pequeñas cosas que sabemos que no queremos negociar porque nos llevan al lugar exacto donde queremos estar. 

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