Cuando dejamos de buscar culpables...



Entender... Por mucho uno de los principales retos que nos trae la cotidianidad de la vida. Desde que abrimos los ojos en la mañana estamos sujetos a un sin fin de preguntas que nos hacemos constantemente y hacen eco en nosotros mismos durante todo el día, o quizás días, simplemente porque la racionalidad exige una explicación a todo lo que sucede en los distintos ámbitos de nuestra vida. Y ni para qué mencionar esa necesidad de -comprensión- cuando acontecen eventos que simplemente nunca vimos venir. Sentimos que la mente al igual que un niño chiquito empieza a emitir preguntas con la velocidad de la luz, por qué pasó, quién hizo mal, qué estoy haciendo mal, donde fallé... Nos preguntamos sí todas las personas pasarán por lo mismo o es simplemente una mala racha personal que tenemos y nos está haciendo "tocar fondo" poco a poco. A veces, es hasta este punto en donde -simplemente- no vemos la luz en donde debemos entender que la vida no se trata de buscar culpables, de señalar los porqués con un dedo para explicar  alguna situación que simplemente fracaso.

El desgaste mental y emocional al que nos vemos sometidos cuando decidimos empezar a sacar sospechosos es simplemente inaceptable y es ahí donde debemos entender y -respetar- los ciclos de la vida. Muchísimas cosas están hechas y destinadas para nosotros, pero hay otro sin fin que no. Existen millones de piedras en las cuales vamos a tropezar mientras nos encontramos -siguiendo- los diferentes caminos de la vida que nos llevan hacia lo que queremos conseguir. El éxito en un capítulo no significa un cuento con final feliz, un momento de triunfo no significa que no va a existir una -seguidilla- de malas rachas que nos van a frustrar, derrumbar y muchas veces hasta querer vencer, pero ahí es donde entra la capacidad humana de entender o al menos intentarlo.
La vida te empuja (porque literalemente así lo hace) hacia situaciones para las cuales no nos prepara, nos lanzan, como dicen popularmente, al agua sin saber nadar con una única meta: sobrevivir. Y es ahí donde vale la pena entender que muchas veces luchar contra corriente no va a hacer más que dañarnos, cansarnos e inclusive hasta ahogarnos en situaciones que por alguna u otra razón tenían que suceder de la manera en la que estaban sucediendo, por más que nosotros mismos no lográramos entenderlo o no quisiéramos aceptarlo. Llega un momento en donde -uno mismo- es capaz de darse cuenta que un fracaso no tiene culpables, simplemente pasó porque tenía que pasar y lo más sano que se puede hacer es "seguirle la corriente" a esa directriz que nos dio la vida y que es totalmente válido quejarse, llorar, tener diferentes crisis, buscar ayuda pero que al final debemos aceptar que las cosas están sucediendo de la manera A, porque la vida nos está diciendo que de la manera B no tenían manera de funcionar.

...Y ahí es donde se forma la fortaleza del ser humano, en entender que no siempre las cosas salen mal porque hay culpables que lo hicieron así, en entender que no soy yo el problema y simplemente caminar por el trillo que la vida va marcando... estableciendo nuevos sueños, nuevas metas y construyendo caminos distintos que al final nos harán llegar a donde debemos estar.

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