La felicidad está en el camino.


¡Me cansé de vivir aspirando al lo incierto!


He aprendido que la verdadera esencia de la vida está basada en lo que se vive a lo largo de los caminos que recorremos, está basado en lo que compartimos con las personas que encontramos en estos caminos. Al final la verdadera esencia no está en el "final feliz", sino en la felicidad que se vive a lo largo del recorrido. Es constante que el ser humano fije su objetivo en lograr esa plenitud al final y se olvide de buscarla mientras camina... Es constante que el ser humano viva aterrorizado de no tener un "buen final" en su historia y se pierda los detalles importantes que desembocaron en una "buena historia"
No todo está predestinado a durar para siempre, ni ha ser exitoso o dar buenos resultados. La incertidumbre de la vida te regala minutos en el cielo y al instante te lanza minutos al infierno y nadie se explica ni cómo, ni cúando pasaron las cosas sin embargo, solo pasaron... Y al final muchas veces son estos momentos cargados de felicidad los que se atesoran por siempre. 

La verdad es una, y todos queremos que esa felicidad nos acompañe hasta el final del "cuento", si hablabamos con un lenguaje más fantasioso, pero la vida no está hecha para regalar siempre momentos de plenitud, sino también te regala momentos de molestia, preocupación y tristeza para enseñarle a cada persona lo que necesita aprender para seguir en el camino. No está mal vivir anhelando -finales felices- porque al final el motor está basicamente en esto, en lograr que las personas luchen y den lo mejor de cada una para alcanzar este objetivo, sin embargo no debemos olvidar el hecho de que sí hay algo seguro en la vida es el cambio, y consigo pueden venir una serie de efectos inesperados que nos dejen a la deriva, con las manos vacías, un poco golpeados y el alma un poco herida, pero de alguna u otra forma el camino se debe seguir recorriendo, un poco más experimentados, dolidos sí, pero sabios y anotando en la libreta de la experiencia todo aquello que aprendimos y que no queremos volver a hacer. 
Proyectos fracasados, relaciones destruídas, amistades perdidas, familias divididas, sueños abandonados... Definitivamente hay millones de casos en los que el -esperado final feliz- nunca se dio, pero cada uno de estos casos tuvo, en su momento, ratos de plenitud y felicidad, momentos en los que la sonrisa era genuina y el brillo de los ojos reflejaba esperanza, momentos en los que hubo optimismo y motivación y si por "equis o ye" razón se desvió el camino y la meta no se logro, esto es lo que realmente sí queda para siempre. 

La felicidad está en el camino, y no digo que no pueda estar en el final, pero cuando se llega a la meta vamos a recordar todo lo que aprendimos y vivimos en el recorrido y no solo en el momento que cruzamos la línea de llegada. Sí, vamos a caer y nos vamos a golpear, vamos a llorar millones de veces muy posiblemente, pero ese es el precio de vivir momentos cargados de sonrisas y buenas vibras. La lucha por ese final es sana, pero más sano es aprender a vivir el momento que se tiene en las manos, aprovechar que tenés a esa persona al lado para recordarle todo lo que querés decirle, reír en el momento indicado, captar esas palabras y detalles especiales y agradecerlas en el momento. Es más sano poder vivir el hoy y el ahora que vivir añorando algo que está lejos de nuestras manos, que por más esfuerzo que se le ponga, es totalmente incierto. 
Dejar atrás los miedos a no tener el final deseado, y empezar a buscar la felicidad en los momentos que se tienen ahora, en las sonrisas que se tienen al lado, en las experiencias que se viven hora tras hora. Esa debería ser, por defecto, la consigna de todo ser humano. 

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